Las maestras trabajamos con material muy frágil y delicado

Cada día me doy más cuenta de lo delicados y frágiles que son nuestros alumnos. Y, por ende, de lo cuidadosos y cuidadosas que hemos de ser los y las maestras (somos mayoría así que voy a hablar en femenino, pero me refiero a ambos sexos). Porque una palabra o un gesto puede animar y hacer cambiar la racha negativa de un alumno. Pero desgraciadamente también una palabra mal dicha, o un gesto puede desanimar a nuestros chicos y hacer mella en sus corazones.
Sus mentes y sus corazones están en desarrollo, y por ello hemos de ser verdaderamente cuidadosos. Para ellos las maestras somos un referente, y lo que decimos es especialmente importante, aunque nos quejemos de que aparentemente no nos hacen mucho caso.
Cada uno de nosotros, si hacemos memoria, recordamos ese profesor que confió en nosotros en la escuela o en el instituto, y tuvo una palabra amable que sirvió de piedra angular, para a partir de ahí crecer y/o cambiar el rumbo. Pero también algunos recordaréis ese otro profesor que tuvo una palabra no tan amable, o un gesto, que nos hizo pensar que no confiaba, que no lo íbamos a lograr, o incluso que no servíamos para algo.

Trabajamos con piezas delicadas, y por tanto hemos de tener sumo cuidado, porque al igual que pasa con la cristalería fina, a veces el más mínimo roce puede romperla sin ni siquiera darnos cuenta.
Y son piezas únicas, y nuestra misión es ayudarlas a  brillar, cada una con las características que le hacen diferente y especial. 
En el día a día trato de tener presente esto, y me lo repito como un mantra, para calibrar bien cada palabra, aunque a veces lo que me sucede es que las prisas y el ruido (literal y metafórico) hacen que mi vaso interior esté un poco más lleno, y hablo de forma más seca, o un tono más elevado. Y olvido que el cristal también se rompe con los ruidos fuertes...
Así que a partir de ahora me voy a poner la foto de la cristalería frágil en clase, enfrente de la pizarra, para recordarlo cuando suba una octava.
El escritor Jordi Sierra i Fabra habla sobre cómo los comentarios de un profesor pueden llegar a afectar a un niño... Es duro, pero merece la pena escucharlo.
Por suerte estamos hablando de otra época, y evidentemente hemos avanzado mucho en este sentido.
Trabajemos cada día para ayudar a que brillen nuestros chicos, y quizá algún día nos recuerden como ese profe que les ayudó a cambiar o afianzar su rumbo.

P.S. Sí, a algunos alumnos no se les llega a ver el cristal porque van embalados en caja de cartón muy resistente, y los mensajes parece que no calan, pero confiemos en que acaben calando. Y en otros el embalaje es tan fuerte y está tan sellado que no nos permite ver qué tipo de cristal tiene, ni qué le está pasando. Más que una caja parece un ovillo enredado que intentamos desenmarañar. Estas piezas son especialmente desconcertantes, y aparecen recurrentemente en nuestros sueños y desvelos, buscando esa llave que nos ayude a ver ese interior, y poder ayudarle a brillar.

Comentarios

  1. Cuánta razón tienes, Sandra. A propósito de la metáfora del cristal "bien embalado" o "bien envuelto en un ovillo"... nuestros mensajes (positivos o negativos) también llegan: recuerda cuantos paquetes recibimos que pese a su apariencia de solidez nos llegan con el contenido roto. Así que, incluso para ellos, nuestro mejor mensaje siempre, nuestro mayor cuidado !siguen siendo FRÁGILES¡¡

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Jornada 25º aniversario de ABIPANS

Sello conmemorativo de Juan Fernández de Navarrete “el Mudo”

A vueltas con la diversidad y la inclusión

Reflexionando sobre los estilos educativos y las personas sordas

Avanzamos en derechos, avanzamos en dignidad