El regalo de la diferencia
No elegimos dónde nacemos, ni cómo, ni cuando, ni tampoco el entorno en el que lo hacemos. Cada uno lo hacemos en unas circunstancias, tiempo y lugar diferentes, y en absoluto elegido por nosotros mismos. Hoy me gustaría compartir una reflexión que me ronda la cabeza desde hace días sobre el regalo de la diferencia.
La
diferencia no siempre la marca nuestra persona o nuestro cuerpo, a veces la
diferencia la marca nuestro entorno, diferente al de la mayoría del lugar donde
vivimos.
Sentirnos diferentes nos
incomoda, nos revuelve, tratamos de ocultarlo, de cambiarlo. Bueno, si somos sinceros en
nuestra infancia no nos incomoda, porque no vemos la diferencia, la
normalizamos, a fin de cuentas... ¿Qué es la normalidad? No
es más que un constructo, algo que creamos y tratamos de definir cada uno de
nosotros desde nuestras propias vivencias, la normalidad no es ni más ni menos que
lo normal, lo habitual, de cada uno.
Después, en
la adolescencia, o incluso algo antes, es cuando uno empieza a ser consciente
de esa diferencia y trata de borrar u ocultar eso que le hace distinto y que
siente que puede ser un riesgo para ser aceptado en el grupo. Hasta que llega
el momento en que lo aceptamos y, en algunos casos, algunas personas logran hacer
de esa diferencia su sello de identidad: lo muestran y hacen que sus logros
tengan más valía, y que lo que hacen esté tocado con ese plus de sensibilidad
que inevitablemente su diferencia les hace tener.
Conozco algunas personas
sordas que han logrado estudiar y desarrollar su carrera profesional de tal
manera que esa diferencia les otorga una sensibilidad especial, y una
perspectiva diferente del mundo, de la vida y de las pequeñas cosas del día a
día, que enriquecen los equipos de trabajo, especialmente equipos heterogéneos,
mixtos, diversos. Y que hace que esos equipos lleguemos
más lejos.
También he
tenido la suerte de conocer personas oyentes nacidas en el seno de una familia
sorda (llamados CODA por las siglas en inglés Children Of Deaf Adults), que
durante todo su crecimiento han sido doblemente diferentes: dentro de la
comunidad sorda por su condición de oyentes; y dentro de la escuela, el
instituto o el barrio por tener una familia que se comunica de forma diferente
y tiene una perspectiva vital distinta.
Personas
diferentes que forman parte de dos mundos sin acabar de ser de uno ni de otro,
y a la vez de los dos. Como aquellos inmigrantes que en su lugar de destino son
extranjeros, y con el tiempo en su lugar de origen también lo son.
Personas
que desde bien pequeñas han tendido puentes, y al crecer se han seguido
formando y trabajando con el ánimo de seguir tendiendo puentes y seguir
aportando a su alrededor. Como intérpretes de lengua de signos, como
maestros o profesores, como gestores... pero siempre con ese plus de
sensibilidad, de conocer bien las necesidades, y con una serie de recursos
personales y lingüísticos de esos que si bien no puedes decir que "no se
hace sino que se nace", porque es un poco de las dos cosas; lo cierto es
que se nota la diferencia cuando se nace y además se hace.
Por
otro lado, que sea un regalo no implica que sea fácil, ni mucho menos. Este es un
regalo que implica esfuerzo, aceptación, perseverancia y es un reto, no solo para la
persona que lo recibe sino también para el entorno. Pero cada reto nos da una
oportunidad de mejora. Nos hace buscar la manera de llegar, de hacerlo diferente
para atender y ayudar en esa diferencia, y crecer con ello. Pienso en esas personas, con su regalo de la diferencia, resilientes, sensibles, y trato de imaginármelas sin ese algo que les hace diferentes y especiales, e indudablemente no serían la misma persona, ni hubieran llegado al mismo lugar ni de la misma manera. Pero igual que escribo esto y pienso
ejemplos de personas que han logrado hacer de esa diferencia su sello de
identidad en positivo, también me viene a la cabeza el caso de alguna persona
que no ha logrado aún aceptar ese regalo. Por eso es tan importante visibilizar
esa diferencia, enseñarle al mundo lo que podemos hacer con cada uno de los
regalos que uno recibe, para que cuando haya un niño, niña o joven que no acabe de
entender esas cartas que le han tocado sin elegir, pueda ver a otras personas que
muestran su regalo con orgullo y enseñan lo que, con esfuerzo, han logrado hacer de ello.
Comentarios
Publicar un comentario