Fin de curso, fin de etapa

Curso tras curso me sucede lo mismo: pasa la graduación, o el último día de clase (si no estoy en 6º), y al día siguiente estoy como de resaca emocional. Como cuando era más joven y salía el día de Nochevieja. Si soy sincera, será la edad, pero la resaca me dura cada vez más: ya no tengo mal cuerpo y dolor de cabeza sólo en Año Nuevo. Esta sensación ya me dura varios días.

Y cada curso esa sensación de que ha sido un curso súper intenso: los chicos y chicas que se van y echaremos de menos, las reuniones, los cursos de formación, los materiales adaptados, las evaluaciones, los informes... un poquito más intenso de lo que recordaba del curso anterior. ¿Será que me estoy volviendo más quejica, o que cada año me enredo un poco más?

A veces sucede que a esto hay que añadir alguna jubilación de algún compañero. Y algunas jubilaciones tocan un poquito más el alma. Este año ha sido el caso. Llevo ya varios años en el mismo centro, y ya siento que no se jubila un compañero, sino que se va una parte del cole. Y algunas partes son muy grandes, por todo lo que han hecho por el cole, y por todo el legado que dejan. No me gusta caer en la sensación de “ya no quedan de los de antes”, porque unos van y otros llegan, y por nuestro cole han pasado, están y pasarán muchos profesionales muy valiosos.

Pero coincide que este curso hemos celebrado el vigésimo aniversario del proyecto inclusivo del cole, y hemos reflexionado mucho sobre cómo ha ido cambiando el colegio, desde un centro nacional puntero en la educación de las personas sordas (INPS) a un centro inclusivo hoy en día, pasando por ser un CEE, y llegando a convivir varios centros a la vez en un mismo espacio. Y hemos podido conocer esa historia de primera mano. Y juntos hemos investigado, hemos buscado papeles, materiales y fotografías de esos más de 200 años para preparar una exposición. Hemos subido a las antiguas habitaciones de la residencia, hemos rebuscado por los altillos del cole...

Me apasiona la historia. Me encanta conocer los hechos, las fechas, los personajes y luego estar en el “kilómetro 0”, y permitirme sentir las energías que permanecen, recrear en mi mente lo sucedido en cada momento. 

Todo esto ha sucedido este curso. El aniversario nos ha permitido conocer un poquito más esa historia, y la historia de cada rincón del cole: las anécdotas, los recuerdos, el porqué de algunas cosas del colegio, las amistades y alianzas o desencuentros que surgieron en algunos momentos. 

En nuestro colegio todo tiene historia, pero hay que saber a quién y cuándo preguntar... Nuestro colegio no es un cole cualquiera, es un cole muy especial y con mucha historia. Anécdotas divertidísimas, momentos críticos y épocas difíciles.

Y ahora me siento un poco como cuando acabas un libro que te ha enganchado: estás deseando llegar al final. Pero cuando acabas, por un lado disfrutas del culmen y paladeas ese final, pero con la sensación de quererte quedar un ratito más dentro del libro. Y por otro una sensación de vacío, de ¿y ahora qué?

Por delante un verano para reposar el libro, antes de que llegue septiembre y comenzar la siguiente parte del libro: nuevos alumnos, nuevos compañeros, nuevos proyectos... Pero ahora me despido, que creo que voy a quedarme un ratito más releyendo las últimas hojas y fotos del libro y disfrutando de ese regustillo final.

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