Reflexionando sobre los estilos educativos y las personas sordas

Hay una generación de personas sordas que permanecieron escolarizados en internados lejos de sus familias, y que no pudieron disfrutar de un estilo parental accesible o continuo. Sobre los colegios de sordos hablé en esta entrada, pero en esta ocasión me gustaría compartir mi reflexión sobre los estilos parentales o modelos de maternidad y paternidad que han podido tener esa generación de personas sordas.

Cuando tenemos hijos, tendemos a repetir el modelo que hemos tenido de nuestros padres. Normalmente sobre ese modelo introducimos cambios que vamos aprendiendo ya sea leyendo, en escuelas de padres o viendo a otras familias, pero no necesitamos construir un modelo de maternidad o paternidad desde cero, sino que a partir de nuestra experiencia como hijos vamos introduciendo modificaciones. Y evidentemente la sociedad va cambiando y los modelos parentales van evolucionando.

Pero para esas generaciones de personas sordas que permanecieron escolarizadas en internados durante 5, 7 o 9 años, que apenas regresaba a casa con sus familias en vacaciones de verano; y que además tenían grabado a fuego el mensaje “Lengua de Signos no” (por los profesores, médicos, padres y la sociedad en general)… Al crecer, ¿Qué estilo parental o qué patrones de comportamiento hacia los niños podrían tener?

Si tenían hijos sordos evidentemente se comunicarían en Lengua de Signos, pero a sabiendas de que lo importante es que hablara, aprendiera a leer y aprendiera a escribir. Es decir, aceptando que tu lengua natural era una lengua inferior. Con la perspectiva de que “si yo solo pude ir al colegio durante x años, intentaré que mi hijo vaya durante más tiempo, y aprenda a hablar, leer y escribir más y mejor que yo”, más que con la perspectiva de enseñarle la Lengua de signos, una lengua rica y accesible que permite desarrollar el lenguaje y el pensamiento.

Si tenían hijos oyentes (denominados CODA por sus siglas en inglés: Children Of Deaf Adults) se comunicarían en Lengua de Signos… o no, porque muchos padres y madres sordos tenían tan grabados ciertos mensajes, que intentaban comunicarse oralmente con sus hijos oyentes, o creían que comunicarse en Lengua de Signos era si no malo, sí menos bueno que comunicarse oralmente.

Eso en cuanto a la lengua de comunicación, pero ¿y el estilo de comunicación? Si un niño que no oye crece en una familia que no sabe o no aprende lengua de signos, no puede oír a su familia y entorno (porque hasta hace unos años no había ayudas técnicas que permitieran compensar el déficit auditivo y acceder a la información del entorno y a los aprendizajes incidentales) y si pasa gran parte de su infancia internado en un colegio, cabe pensar que el estilo comunicativo sería como mínimo directivo y poco natural. Y si a esos niños no les han contado cuentos en lengua de signos, ni han jugado con el lenguaje, ni han podido acceder a contenidos infantiles accesibles (teatro, películas…), ¿Cómo van a saber ajustarse en la edad adulta al lenguaje infantil de sus hijos?, ¿Cómo van a saber contar cuentos?, ¿Cómo van a jugar con el lenguaje?, ¿A qué juegos van a poder jugar con sus hijos, si en el colegio apenas jugaban?

Hace poco leí el libro Tu memoria en mis manos, de Pepita Cedillo (maestra y logopeda sorda), que dice así:

“Habías observado a no pocos padres sordos que no les hablaban en LSC (Lengua de Signos Catalana) ni a sus hijos sordos ni a los oyentes desde su nacimiento. Se preocupaban de satisfacer sus necesidades físicas, de hacerles reír jugando y usando unos pocos gestos que no eran LSC, les pegaban cuando hacían algo mal, o había algún peligro, y no les explicaban el motivo.[…] Entre otros motivos, es porque no tuvieron un entorno estimulante. Sus padres no establecieron una interacción rica con ellos.” Cedillo, P. (2018): Tu memoria en mis manos. Página 127.

Creo que hemos avanzado bastante en muchos aspectos: indudablemente el desarrollo de las ayudas técnicas ha sido una gran revolución, también la educación ha ido evolucionando desde un enfoque segregacionista y clínico a modelos inclusivos en la actualidad, y cada vez hay más recursos accesibles como cuentos en Lengua de Signos, webs con recursos educativos en LSE (como LSE en el aula o Esto no es magia…). Y por otro lado, en nuestro país la LSE ha sido reconocida como lengua (primero legalmente con la Ley 27/2007 y recientemente como manifestación representativa del patrimonio inmaterial) y en estos años se han llevado a cabo numerosas actividades e iniciativas desde diferentes ámbitos para lograr una mayor visibilidad y normalización tanto de las personas sordas como de la Lengua de Signos. 

Todos estos cambios han contribuido a reconocer la lengua de signos y sus expresiones y empoderar a las personas sordas, poniendo el foco en sus capacidades y ofreciendo modelos positivos, lo cual hace que poco a poco las generaciones actuales de padres y madres sordos sí tengan estilos parentales y modelos positivos que seguir. Y algunos de estos cambios se han podido dar gracias al esfuerzo de muchas personas sordas que han trabajado para lograr que así sea desde las asociaciones de personas sordas y realizando la nada fácil tarea de desmontar esos mensajes y creencias que tenían tan grabados desde pequeños.

Quisiera terminar mi reflexión con una cita de una compañera que me acompaña en mi día a día, y que después de esta reflexión tiene aún más sentido:

Gómez, L. (2011): Ser sorda es solo un detalle, en VV.AA.: Sordo ¡y qué!: Vida de persona sordas que han alcanzado el éxito. Madrid.

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