Antes y después de la pandemia y el confinamiento

Llevo 8 años trabajando en el colegio público el Sol de Madrid. Se trata de un Centro Preferente de alumnos con discapacidad auditiva. Algunos de estos alumnos aprenden integrados en las aulas de Infantil y Primaria, y otros alumnos con más necesidades (por tener otras discapacidades asociadas, situación de Compensatoria,...) en la modalidad de EBO. Es un centro un proyecto especial: en las clases normalmente hay 20 alumnos oyentes y hasta 6 alumnos sordos integrados en el aula. En estas clases que llamamos "compartidas" somos dos maestras en el aula: la tutora y la cotutora. La tutora es el referente para los alumnos oyentes, y la cotutora es el referente para los alumnos sordos, ya que utiliza Lengua de Signos (en adelante LSE), Palabra Complementada, Bimodal,... y todos los recursos visuales, manipulativos y tecnológicos necesarios para favorecer la comprensión y participación de los alumnos sordos. Esto es muy enriquecedor, porque el hecho de estar dos personas en el aula facilita la posibilidad de llevar a cabo actividades de distinto tipo y genera una sinergia muy especial. Muchas veces, además estas clases de Compartida compartimos asignaturas o clases con las clases de EBO, en una modalidad de Combinada, y contamos con asesores sordos, profesores sordos que enseñan Lengua de Signos y además son un modelo y referente adulto y competente para los alumnos sordos.

Explico esto, porque aunque cada alumno tiene distintas necesidades, y hay que adaptarse a sus necesidades, tras 8 años casi casi había entrado en una zona de confort... cada curso vas introduciendo algunas actividades o ideas nuevas, probando distintas metodologías, pero me había ido acomodando, o esa sensación tengo ahora.

…y de pronto llegó el COVID y nos tuvimos que ir a casa. Les mandamos unas tareas, porque inocentemente pensábamos que en 15 días, o a lo sumo después de Semana Santa, estaríamos de vuelta. Pensábamos que iban a tener unas vacaciones anticipadas, y poco más.

Pero el Consejero de Educación dijo que a partir de la siguiente semana habría clases online y/o a distancia en todos los niveles. Y ahí comenzó la verdadera revolución en la mayoría de los coles: de pronto de la nada los coles teníamos que ponernos a crear blogs o páginas web, contenidos, buscar vídeos,... realizando reuniones de nivel por Whatsapp para llegar a acuerdos de qué hacer: ¿repasamos? ¿Avanzamos temario? Y por otro lado intentar conectar con todos los alumnos para saber primero si estaban bien, y por otro lado para comprobar si tenían dispositivos con conexión a internet, correo electrónico para enviar y recibir tareas e indicaciones,...

Cada alumno sordo y oyente con su situación personal: familiares enfermos e ingresados en el hospital, padres en ERTE, casas con 2-3 hijos y un (o ningún) ordenador, y todo ello mezclado con muchos miedos y ansiedades. Alumnos que se habían dejado los libros en el colegio, o en casa y estaban en el pueblo. Por no mencionar los alumnos con los que ni siquiera conseguíamos contactar. 

Y desde los coles los profes y equipos directivos a formarnos a marchas forzadas en la creación de blogs, grabándonos con los móviles para enviar a los alumnos explicaciones por WhatsApp; mandando resúmenes o fichas por correo postal; manteniendo conversaciones telefónicas con padres, madres, abuelos o tíos en los que les explicábamos cómo ayudar a los chicos; descubriendo Genially, Liveworksheets, Padlet, Kahoot, Teams, Zoom, Aulas virtuales,...

Mientras intentábamos conseguir que todos los alumnos tuvieran acceso a internet con tablets de préstamo, siempre con la sensación de que los más desfavorecidos iban a ser de nuevo los más perjudicados, y eso no era justo. Y derivando muchos casos a la PTSC a ver de qué manera podía echarles un mano porque lo estaban pasando realmente mal.

Han sido unos meses muy duros, porque muchos profes además somos padres, y también teníamos que atender a nuestra familia y ayudar a nuestros hijos a seguir la marcha del curso, a entender que no podemos salir de casa e ir al parque, ni ver a abuelos y amigos (más que por videollamada). De tal manera que teníamos que trabajar por las noches o por las mañanas temprano, y algunos ratos dejar a nuestros hijos viendo dibujos en la tele para poder responder a los correos de alumnos y padres.

Y por encima de todo esto, en mi caso la sensación de no llegar suficientemente a mis alumnos sordos, que además estaban más incomunicados y entendían aún menos qué estaba pasando. Y pensar que si hubiera enseñado a mis alumnos a usar el correo electrónico antes, a buscar vídeos e información en internet, a crear un documento de texto,... hubiera sido más fácil. Y pensar lo perdidísima que estaba yo en el uso de recursos digitales... me sentía abrumada con tooooodo lo que no sabía hacer, pero que podría ayudarme.

Por ello me fijé el objetivo de que esto no me vuelva a pasar: tenía que mejorar mi competencia digital, y explorar nuevas metodologías. Así que este curso académico está siendo un curso muy intenso para mí, formándome y explorando muchas herramientas nuevas para mí.

Con la perspectiva del tiempo siento que durante el confinamiento hice todo lo posible, aunque sintiera que no era suficiente. Probablemente si hubiera hecho aún más también tendría la sensación de no ser suficiente. Esto siempre es así. 

Algunos expertos hablan de que los docentes hemos avanzado en el uso de las TIC en poco más de un año el equivalente a 4 años como consecuencia del COVID. Así que está claro que los docentes hemos salido de nuestra zona de confort y estamos dispuestos a introducir cambios en nuestras aulas para mejorar nuestra respuesta educativa. El tsunami COVID nos ha dejado muchas cosas, y alguna buena: el tiempo dirá si estas reflexiones y este esfuerzo que estamos haciendo los maestros y maestras se perpetúe en el tiempo, ojalá que sí.

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